El lugar es espacioso,
da la impresión de estar en un gran triangulo, un espacio casi mitológico donde
habitan seres de todas las especies formas y colores.
3 de la tarde en la puerta, el ruido se confunde con
el olor que despiden las alcantarillas, los gritos del guaguero, la vendedora
de frutas; acalorada y en expectativa le dice al vendedor de refresco lo
difícil de vivir en esta ciudad.
El estudiante camina como alienado por su
Black Berri, mientras la otra estudiante compra al tarjetero la recarga para su
alcatel, ambos se saludan de manera tímida y se los traga la puerta.
Camino apresurada y observando cada movimiento en
aquel lugar que por momentos da la sensación de ser una selva de animales
domesticados y salvajes.
Vuelvo la mirada hacia el que fríe empanadas y lo
veo con los dedos en un gran hoyo mientras es sorprendido por la chica que
quiere una empanada este la calienta y la chica se va y es otra mas que
es tragada por la puerta.
Sigo en línea recta hacia la gran entrada y veo a mi
derecha una masa que no puedo distinguir si es una persona o muchas personas
solo figuro un lugar abierto, todos hablando al mismo tiempo y el ruido me hace
apretar el paso.
Continúo caminando y el que vende aretes, collares,
y demás artesanías me invita a ver las ofertas del día, y en ese mismo instante
el sombrillero me hala por un brazo y me dice “Morena va llové” cómprate una
sombrilla ignoro al tipo de la sombrilla y con el al artesano y sigo la marcha.
Por fin llego hasta la puerta de espalda a la
Tiradentes , de frente al Alma Mater, volteo
la mirada a mi espalda y ante mis ojos como una acuarela se
difuminan todos los colores y formas.
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