Lo que si había por cantidad en aquel inhóspito lugar, eran mosquitos,
murciélagos, lodo, y muchos misterios enterrados en aquellas absurdas calles,
otrora cementerio del dictador Rafael Leonidas Trujillo, ahora devenido en
asentamiento para vivos.
Para una niña de 4 años, aquello era deprimente, tener que cambiar el
lugar donde nació, donde se hallaba su familia, estaban los amigos, las calles,
los lugares, los olores y tener que cambiar a este espacio definitivamente era
traumático.
Pero había que asumirlo, pues en ese monte estaba nuestra casa, todo por
lo que habían trabajado nuestros padres y seria desagradecido no sentirse cómodo en es lugar.
Han pasado 20 años en estas calles que ahora tienen asfalto, no hay
murciélagos, y los mosquitos aparecen de ves en cuando, las historias de los
muertos enterrados por la dictadura han quedado en el olvido y solo nos queda
la sensación de un lugar en la ciudad
cercano pero distante.
Mujer que bueno leerle. Gran abrazo.
ResponderEliminarpor que no escribes un libro, el material esta.
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